Cuerpos en disputa, territorios en movimiento: pensar la educación física desde los conflictos ambientales
Vivimos en territorios atravesados por múltiples tensiones: entre el cemento y la montaña, entre el mercado y la memoria, entre la expansión urbana y la preservación del agua. En estos espacios —donde lo ambiental no es un decorado sino una arena de conflicto— se despliega la experiencia corporal. Es allí donde educamos, jugamos, nos movemos, enseñamos.
Este artículo parte de una convicción: la educación física no puede seguir enseñándose de espaldas al territorio. Y mucho menos, de espaldas a los conflictos que lo atraviesan. Si entendemos que el objeto de estudio de la educación física es la corporeidad, entonces resulta urgente interrogar qué cuerpos formamos, en qué espacios, con qué vínculos y desde qué ética.
Inspirándonos en los aportes de Antonio Azuela y Paula Mussetta, quienes analizan los conflictos ambientales como conflictos sociales donde el ambiente es una de las dimensiones en juego, proponemos pensar la educación física como una práctica pedagógica situada, capaz de involucrarse críticamente en los procesos de territorialización, en la construcción de espacios públicos y en la actualización de los derechos vinculados al ambiente.
En este sentido, no es posible hoy seguir pensando el ambiente como algo separado del cuerpo. Somos ambiente, somos parte activa del entramado natural, cultural y político en el que nos movemos. Toda práctica corporal es también una forma de relación con la naturaleza. Enseñar, entonces, es también intervenir en una ecología de sentidos: disputar modos de habitar, de moverse, de cuidar.
Este cruce entre educación física, educación ambiental y conflicto territorial no busca una respuesta normativa, sino abrir un campo de reflexión y acción: ¿qué puede hacer la educación física cuando el territorio está en disputa? ¿Qué lugar ocupan las prácticas corporales cuando el ambiente es un campo de tensión? ¿Qué pedagogía puede emerger cuando el movimiento se ancla en la defensa del hábitat?
La corporeidad como objeto de estudio de la Educación Física
En la educación física contemporánea, el cuerpo ya no puede pensarse como una máquina a entrenar ni como un instrumento aislado de su contexto. Lo que se estudia, se enseña y se transforma es la corporeidad: una construcción compleja donde se entrelazan movimiento, sensibilidad, historia, lenguaje, afectos, relaciones y territorio.
La corporeidad no se limita a lo físico-biológico, sino que es la manera en que habitamos el mundo con el cuerpo. Desde esta perspectiva, el movimiento se convierte en una forma de conocimiento, de expresión y de participación social.
Formar en la corporeidad implica reconocer que cada práctica corporal (jugar, desplazarse, bailar, trepar, descansar) está cargada de sentido y que ese sentido está anclado a un territorio. No existe cuerpo sin mundo, ni motricidad sin entorno. Por eso, pensar la educación física en clave ambiental no es una ampliación de contenidos, sino una necesidad epistemológica y política.
La educación ambiental como campo de disputa
La educación ambiental, en su versión crítica, no se reduce al reciclaje ni a las campañas ecológicas esporádicas. Es una práctica educativa que interroga las formas en que habitamos el planeta, y que denuncia las desigualdades ambientales, el extractivismo, el racismo ambiental y la pérdida de vínculos sensibles con la naturaleza.
Desde esta mirada, el ambiente no es un escenario externo, sino una dimensión constitutiva de la vida humana. Como decíamos antes: somos ambiente, y lo que afectamos afuera también nos transforma adentro.
La educación ambiental crítica propone comprender el ambiente como una red de relaciones materiales, simbólicas y políticas. Enseñar desde esta perspectiva es ayudar a comprender que cada territorio está cargado de memorias, tensiones y futuros posibles. Y que cuidar el ambiente es también cuidar el cuerpo, la comunidad y el derecho a habitar dignamente.
Los conflictos ambientales como conflictos sociales (Azuela y Mussetta)
Antonio Azuela y Paula Mussetta proponen pensar los llamados “conflictos ambientales” no como anomalías, sino como parte del proceso de transformación del orden social. Un conflicto ambiental no se limita a un daño ecológico, sino que implica disputas por el territorio, por los sentidos del desarrollo, por la justicia y por el derecho a decidir.
Ellos identifican tres dimensiones clave para analizar estos conflictos:
Territorialización: los conflictos reconfiguran el territorio, sus usos, sentidos y formas de apropiación.
Espacio público: el conflicto circula, se resignifica y adquiere diferentes sentidos según la escala y los actores que lo disputan.
Actualización local del derecho: los marcos legales cobran vida cuando los actores los invocan, los cuestionan o los transforman.
Este enfoque resulta profundamente pedagógico. Nos invita a leer los conflictos como procesos de aprendizaje social, donde se transforman las relaciones entre cuerpos, leyes, saberes y espacios. Y desde allí, se vuelve urgente preguntarnos: ¿qué rol puede jugar la educación física en ese aprendizaje? ¿Qué puede aportar la pedagogía del movimiento en contextos donde el ambiente está en disputa?
Cuerpos en conflicto: articulaciones entre educación física, ambiente y territorio
Territorialización y corporeidad
Cuando Azuela y Mussetta hablan de territorialización, se refieren tanto al control jurídico y político de un espacio como a su apropiación simbólica. El territorio es más que tierra: es historia, sentido, pertenencia y cuerpo.
Desde la educación física, la corporeidad puede ser entendida como una forma de territorialización: habitamos el mundo con el cuerpo, lo exploramos, lo sentimos, lo transformamos. Las prácticas corporales no se dan en el vacío; están situadas en espacios concretos —una escuela, una plaza, una montaña, una cancha, una calle— que cargan con historias de lucha, de despojo o de resistencia.
Así, una clase de educación física puede ser una oportunidad para reconstruir el lazo entre cuerpo y territorio: recuperar la caminata como exploración, el juego como ocupación del espacio público, el circo como metáfora del equilibrio ecosocial. La educación física puede colaborar en el proceso de reapropiación del territorio desde lo sensible, desde la experiencia vivida.
Espacio público y pedagogía del movimiento
Los conflictos ambientales se juegan también en el espacio público: ¿quién toma la palabra?, ¿quién define qué es desarrollo?, ¿quién representa al ambiente? Estas disputas de sentidos no solo se dan en los medios o en los tribunales, también atraviesan la escuela.
La educación física, históricamente relegada al margen del pensamiento técnico, tiene hoy la posibilidad de convertirse en una pedagogía del movimiento crítico, capaz de habitar el espacio público con el cuerpo como lenguaje. En ese sentido, todo conflicto puede ser resignificado en el aula o en el patio como una práctica de pensamiento, de expresión y de organización.
Una coreografía colectiva puede representar una resistencia territorial. Un juego puede recrear un conflicto por el agua. Un recorrido corporal puede visibilizar los efectos del extractivismo. Enseñar educación física en este marco es habilitar el cuerpo como herramienta de intervención en los debates públicos.
Actualización del derecho y saberes corporales
Finalmente, los conflictos ambientales movilizan marcos normativos: los actores invocan leyes, exigen derechos, denuncian violaciones. Pero el derecho no opera solo en los códigos, también se aprende, se practica y se resignifica en la experiencia concreta de las personas.
La educación física, al trabajar con normas (de juego, de convivencia, de cuidado), con reglas implícitas y explícitas, puede ser un espacio donde los derechos ambientales dejen de ser abstractos y se conviertan en contenidos corporales: el derecho a un ambiente sano, a un cuerpo sin violencia, al juego en libertad, a habitar un territorio con dignidad.
En este sentido, la EF puede colaborar en la “actualización local del derecho”, promoviendo instancias donde los estudiantes ensayen corporalmente formas de justicia, de diálogo, de cuidado del otro y del entorno. La ley se siente, se discute y se transforma también desde el cuerpo.
Reflexión final: educar en tiempos de conflicto
Pensar la educación física desde los conflictos ambientales implica correrla de los márgenes donde históricamente fue situada. Significa asumir que el cuerpo no es neutro, que el movimiento no es inocente, y que educar no es simplemente repetir técnicas ni organizar el tiempo libre. Significa también que formar en la corporeidad es acompañar procesos donde se juegan sentidos, memorias, tensiones y futuros.
Azuela y Mussetta nos invitan a abandonar la ilusión del conflicto como falla. El conflicto, dicen, es constitutivo del orden social. Y en lugar de buscar su resolución a toda costa, nos proponen mirar lo que produce: reorganiza el territorio, redefine las leyes, transforma a los sujetos. Desde esa perspectiva, la educación física puede ocupar un lugar clave: no como espectadora de los conflictos, sino como una práctica pedagógica que los asume como terreno fértil para el aprendizaje colectivo.
El cuerpo está en el centro de esas disputas: por el agua, por el aire, por el derecho a jugar, a moverse, a estar, a ser y a existir. No hay separación posible entre cuerpo y ambiente, entre enseñanza y territorio. Somos ambiente, y lo que sucede en él resuena en nuestras formas de movernos, de vincularnos y de aprender.
Por eso, cuando el territorio está en disputa, la educación física tiene algo para decir. No solo con palabras, sino con gestos, con acciones, con la potencia de un cuerpo que se levanta, que cuida, que juega, que resiste. Educar desde ahí no es una receta, sino una decisión ética: habitar el conflicto como oportunidad de crear mundos más justos, más sensibles, más vivos.
Sobre los autores citados
Antonio Azuela es sociólogo del derecho, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM (México). Su trabajo se enfoca en el derecho ambiental, los conflictos territoriales y las transformaciones sociojurídicas vinculadas al hábitat y al desarrollo urbano.
Paula Mussetta es socióloga e investigadora del CONICET (Argentina), especializada en conflictos socioambientales, ecología política y políticas públicas. Su mirada crítica integra lo ambiental con procesos sociales, históricos y culturales situados.
Bibliografía
Azuela, A., & Mussetta, P. (2009). Algo más que el ambiente: conflictos sociales en tres áreas naturales protegidas de México. Revista Argumentos, 22(61), 73–99. Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora.