Del riesgo físico al riesgo social: una mirada ampliada para la Educación Física, Ambiental y Circense

Por Iván López – Ludi Circens

21/04/2025

En la formación docente en Educación Física, el concepto de riesgo aparece con fuerza, especialmente en el espacio de las prácticas profesionales. La elaboración de mapas de riesgo es una tarea obligatoria en los diferentes niveles del campo de la práctica (I, II, III y IV), donde se identifican posibles peligros físicos: pozos, rejas, material defectuoso, obstáculos del terreno. Este tipo de mirada, centrada en lo estructural y visible, es importante, pero resulta limitada si no se complementa con una lectura más profunda, situada y política del territorio y de los cuerpos que lo habitan.

¿Qué sucede cuando los riesgos no son visibles? ¿Qué riesgos se han naturalizado? ¿Y qué otros se deciden no mirar? Estas preguntas, lejos de ser teóricas, atraviesan la realidad cotidiana de las escuelas, especialmente en contextos atravesados por la desigualdad ambiental, la desinversión pública y la fragmentación institucional. Para abordar estos interrogantes, recurrimos a tres autoras fundamentales: Virginia García Acosta, Claudia Natenzon y Gabriela Merlinsky, cuyas investigaciones nos permiten reconfigurar el modo en que entendemos, enseñamos y gestionamos el riesgo en la educación física, ambiental y circense.


El riesgo como construcción social

Virginia García Acosta propone superar la idea de que el riesgo es “natural” y avanzar hacia una comprensión que lo concibe como producto histórico, social y cultural. El riesgo se construye en la interacción entre una amenaza, una vulnerabilidad y una capacidad de respuesta. En este marco, no todos los cuerpos están igual de expuestos, ni todas las escuelas enfrentan las mismas condiciones. La amenaza (por ejemplo, una lluvia fuerte) puede ser la misma, pero la vulnerabilidad de quienes la enfrentan (por falta de infraestructura, servicios, contención o derechos) marca la diferencia entre el suceso y la catástrofe.

Gabriela Merlinsky refuerza esta idea con el concepto de “plano invisible” del riesgo, es decir, todo aquello que no se registra ni se gestiona porque ha sido naturalizado, invisibilizado o desestimado por las políticas públicas. El problema no es solo físico: es también institucional, simbólico y político. La falta de cloacas, de sombra, de agua potable o de espacios cuidados para moverse no figura muchas veces en los mapas de riesgo, pero afecta directamente la salud, la dignidad y la experiencia educativa de estudiantes y docentes.


La complejidad del riesgo: pensar en dimensiones

Claudia Natenzon aporta un enfoque clave para ampliar nuestra mirada: el riesgo debe entenderse a partir de cuatro dimensiones interrelacionadas:

Estas dimensiones no solo nos permiten comprender mejor eventos extremos como inundaciones o explosiones industriales, sino también leer críticamente la práctica cotidiana de la educación física: ¿qué tan expuestxs están nuestrxs estudiantes al calor extremo, al suelo inestable, a un entorno inseguro, a la falta de agua o a la contaminación del aire?


Del mapa técnico al Mapa de Riesgo Ampliado

Los mapas de riesgo exigidos en las prácticas docentes suelen enfocarse en lo físico-estructural, pero dejan afuera dimensiones esenciales. Por eso proponemos avanzar hacia un Mapa de Riesgo Ampliado, que permita una lectura integral del contexto de enseñanza.